Antes de que todo fuera devorado por las lógicas de las ganancias y la inmediatez, existió un tiempo en el que lo fabricado con el cariño de la experiencia y la sabiduría de los talleres cobraba vida en las manos de los que sabían el valor de la artesanía.
Ahora podemos recuperar ese tiempo, como una revolución que te atrapa y nace desde dentro, una revolución a la que se le da forma con el pensamiento y las manos. Una revolución silenciosa que solo quiere parar, meditar, disfrutar del aquí y del ahora, crear conciencia y manifestarla con cariño y paciencia.
Lo sosegado se impondrá a lo vertiginoso, la calma triunfará en este mundo acelerado que recompensa lo perecedero e inminente. La manera en la que se fabrican las cosas tendrá importancia, las personas deberán tener un trato digno cuando las fabriquen, será importante el rastro de contaminación que deje tras de sí hasta llegar a las personas que consumen los objetos, significará algo el material con el que se hagan, su recorrido de vida, su nacimiento y cómo volverán a la tierra. Cobrará sentido disfrutar del hacer más que el del usar (y tirar), disfrutar del sentir más que el de presumir…